¡Horas, ruinas doradas
de mi ayer!
Vengo, dulce,
a sentarme en vosotras,
frente al mar, sobre el valle, bajo el cielo
de mis memorias.
La yerba, parecida
a la otra, porque el sol la transparenta,
me hace llorar. Y el llanto
me inunda el porvenir
y me ahoga en las penas que murieron.
Y es un ahogarme suave,
que me atrae hacia sí, con la ternura
con que atraen las cosas
que dejamos pasar sin ir con ellas,
bajo el cielo, en el valle, por los mares...
Hay ciertos lugares especiales a los que me gusta llamar "puntos de huida", porque eso es precisamente lo que siento al verlos. Me parece como si fueran puertas o ventanas de escape hacia otros mundos, como si el tejido de esta realidad tuviera un roto justo en ese punto que estoy mirando. Casi todos los atardeceres tienen esa particularidad, llevan consigo como un mensaje de llamada, una invitación al viaje y la aventura, pero los puntos a los que me refiero pueden estar en cualquier parte. Puede ser un simple ángulo del tejado, que ha sido tocado por determinada luz, o un rincón entre las sombras por el que nos parece que acaba de pasar un duende... Cuando veo unos de estos puntos de huida me quedo parado, mi atención se queda fija y siento que estoy ante algo invisible para lo que no tengo palabras, pero que me atrae poderosamente... La foto que pongo aquí de una carretera vacía es muy evidente, y más que un punto es toda una avenida hacia el horizonte, pero da una idea de a lo que me refiero. Y esa misma sensación se puede encontrar entre las cosas más cotidianas, incluso dentro de casa, en el pasillo o en la cocina. Hay muchos puntos de esos diseminados por el mundo, mezclados con cualquier cosa, medio ocultos entre cualquier paisaje cotidiano, por mínimo que sea. Los llamo "puntos de huida" porque me parece que algo extraño y diferente sucede en ellos, como si esos lugares, grandes o pequeños, no fueran del todo de este mundo... Y porque parecen invitarnos a eso, a huir. Atractivos brillos en la noche, pasadizos entre la niebla, puertas que nos miran y rincones que hablan...
Rebuscando en el baúl me he encontrado con una curiosa página... Resulta que hace unos treinta años, después de leer el Hiperión de Friedrich Hölderlin, obra que me entusiasmó, y aún impregnado de su espíritu, me atreví a escribir yo mismo algo que se le pareciera, aunque fuera desde muy lejos... Ya se sabe que los jóvenes son muy atrevidos, jeje. No se trataba en absoluto de intentar imitarle, sino de dar rienda suelta al sentimiento que entonces me embargaba.
Bueno, pues aquí está la página, que es una breve carta que el poeta Hermann le escribe a su viejo amigo Josef:
En estas tardes soleadas he vuelto a pasear... Por los alrededores del pueblo, entre viejos árboles y acompañado por el susurro de la brisa, he caminado durante horas buscando un poco de paz para mi cansado corazón. Y llegada la hora del ocaso, ante el hondo respirar de la tierra, ante la inmensidad de su sueño y la riqueza de su silencio, he vuelto a encontrar ese grave sonreír de la naturaleza, esa magia intemporal que otrora fue dueña de mi ser, que me hizo crecer por encima de la indigencia del mundo; esa magia que marcó mi alma con un signo de eternidad y derramó sobre mis labios el sagrado vino de la certeza.
No, amigo mío, no está queda la vieja voz dorada. Sigue viva su antigua canción. ¡Sí! ¡Sigue viva! Pero, ay, tan sólo para aquel que sabe escucharla y tiene aliento en el pecho para cantar con ella. No para mí, que he perdido mi voz y enterrado mi esperanza bajo las arenas del desierto. He escuchado una vez más la canción que la naturaleza siembra en el corazón de los hombres desde el amanecer del tiempo; y una vez más han visto mis ojos su eterna sonrisa... Pero cuando ha abierto sus brazos maternales y me ha llamado, el demonio que ahora me habita me ha empujado hacia atrás y ha cerrado la puerta. Y entonces he huido, corriendo por el camino de regreso, avergonzado de mí mismo y de mi sombra...
Creo que sobran los comentarios, son cosas que les pasan a ciertos jóvenes en momentos críticos, cuando sienten que no están en el camino deseado y que algo oscuro les corta el paso hacia esa conjunción entre los sueños y la vida.
Pero, afortunadamente, siempre se vuelve a escuchar esa "vieja voz dorada"...