Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







jueves, 21 de febrero de 2013

A partir del caos

           

  Transcribo aquí las dos primeras páginas del capítulo que el profesor Ziolkowski dedicó a El lobo estepario, de Hesse. Leerlas hoy, después de muchos años, me ha vuelto a confirmar en mi condición de eso mismo, es decir, de lobo estepario. Si bien no he llegado, ni de lejos, a la altura y profundidad del escritor (al que hace tiempo me gusta llamar cariñosamente "el tío Hermann"), sí puedo reconocer ciertos rasgos básicos, similitudes y tonos que dicen de mí que, efectivamente, soy uno de ellos. Lo que eso signifique en mi vida, y si es positivo o no, merecería quizás un escrito aparte. De momento, sólo diré que parece que cada uno tiene su particular estilo, un modo personal de percibir y de reaccionar ante los hechos de la existencia, como una actitud natural no elegida, un lenguaje individual, y desde ahí camina y vive. En mi caso, ese estilo tiene mucho que ver con el del lobo estepario.
  Y ahora os dejo con las interesantes palabras del profesor, que van precedidas por una cita del propio Hesse.


Antonio H. Martín


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  Cerca del comienzo de El lobo estepario hay un notable pasaje en el cual Harry Haller, el autor de la narracción en primera persona, esboza el curso de su carrera. A menudo ha experimentado, dice al empezar, períodos de extrema desesperación.

  "En cierta ocasión perdí mi reputación cívica junto con mi fortuna y tuve que aprender a prescindir del respeto de quienes antes se sacaban el sombrero ante mí. La vez siguiente mi vida familiar se derrumbó de un día para otro: mi esposa, que había llegado a perder la razón, me echó del hogar y de la felicidad. El amor y la confianza se transformaron súbitamente en odio y mortal batalla. Los vecinos me miraban con piedad y desprecio. Por aquel entonces empezó mi soledad. Y nuevamente —años, duros y amargos años más tarde— después de haber construido una nueva vida e ideal ascético-espirituales en absoluta soledad y con laboriosa autodisciplina, después de haber alcanzado otra vez cierta quietud y elevación en mi vida, dedicado a ejercicios abstractos de pensamiento y de meditación estrictamente reglamentada, esta forma de vida, también, se destrozó y perdió de pronto su noble, sublime sentido."

  Este pasaje puede leerse como un relato autobiográfico sin mezcla. Hesse se está refiriendo claramente a sus años de crisis y a su lucha, en el período comprendido entre Demian y Siddharta, por construir a partir del caos de aquella época un nuevo ideal en el cual pudiese creer —el ideal que logró después de su novela hindú—. De hecho, El lobo estepario es más abiertamente autobiográfico que ninguna otra obra de ficción de Hesse. Casi todos los detalles de la caracterización de Harry Haller —desde su ciática, sus gafas y aspecto físico general, hasta sus hábitos de lectura y opiniones políticas— están tomados de la vida y la persona del propio Hesse. Ya hacia 1924 Hesse había comenzado a autodenominarse "una bestia de las estepas", porque se sentía muy alienado de la sociedad a la que había regresado después de su exilio voluntario en las montañas del sur de Suiza. En 1926 publicó un grupo de poemas autobiográficos en el Neue Rundschau bajo el título colectivo "El lobo estepario: Un diario en verso". (Los poemas fueron reimpresos en 1928 como parte del volumen Crisis.) Con esta palabra, "Steppenwolf", que puede traducirse del mejor modo como "lobo solitario", Hesse estaba tratando de delinear su propia situación específica: la de un hombre que se sentía tan aparte del mundo de la gente normal, que era como un lobo entre los corderos de la sociedad burguesa porque su existencia misma amenazaba los ideales, creencias y modo de vida de aquélla.
  Pero, en último análisis, los antecedentes y detalles autobiográficos contribuyen sólo a la textura de la novela. Mucho más significativo es el hecho de que El lobo estepario retrata un fenómeno general de nuestra época: la tragedia del intelecto desesperado. Harry Haller, el intelectual de cuarenta y ocho años que puede soportar la vida sólo porque se ha prometido a sí mismo el lujo del suicidio para cuando cumpla la cincuentena, es un caso extremo, pero su dilema es típico. ¿Cuántos hombres, dedicados verdaderamente a una vida de la mente, pueden decir honradamente que jamás han tenido momentos de duda? ¿Cuántos no han sufrido como el Tonio Kröger de Thomas Mann, con la corrosiva conciencia de que las cualidades mismas que más estiman los han apartado del mundo y de los placeres de una existencia menos problemática? ¿Cuántos no han sentido el profundo aislamiento del intelectual y se han preguntado al mismo tiempo, secreta y frenéticamente, si el ideal espiritual es un sucedáneo adecuado o siquiera honrado de la vida que han abandonado?
  Quienes jamás hayan conocido estas dudas atormentadoras encontrarán incomprensible El lobo estepario, o no verán en él, como ha ocurrido con muchos lectores, sino una eulogía a los placeres de la carne. En muchas de sus cartas y en su epílogo a la edición de esta novela aparecida en 1941 Hesse se lamentó del hecho de que este libro se topó con más malentendidos que cualquiera de sus otras obras. Pero hay muchos que han sufrido la misma desesperanza —la historia intelectual europea del siglo XX es un catálogo de casos— y la novela está dedicada a ellos: a los "locos" de la dedicatoria, aquellos que, según las palabras de Una mirada al caos, son "locos" porque han aprendido a afirmar el caos de su naturaleza sin poner en tela de juicio el ideal. En el segundo nivel de individuación de Hesse los hombres están suspendidos en un limbo entre el mundo y un ideal más alto, participando aún de ambos ámbitos, pero sin estar totalmente a sus anchas en ninguno de ellos. La solución del dilema para aquellos que, como Harry Haller, son incapaces de trascender completamente el mundo, es el sentido del humor y la ironía. La novela de Hesse narra el desarrollo de Harry Haller desde que está al borde de la desesperación hasta que alcanza las alturas del humor que hacen la vida tolerable.


Theodore Ziolkowski


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  En esta nueva etapa de mi vida, no puedo sino saborear con especial delectación palabras como éstas: "Son 'locos' porque han aprendido a afirmar el caos de su naturaleza sin poner en tela de juicio el ideal". Esa es precisamente la fórmula mágica que ando buscando últimamente. Ya he estado más de una vez delante de su puerta, a punto de abrirla, pero, con los nervios, aún no he atinado con la llave. Quizá a mi ánimo le ha faltado el adecuado sentido del humor...


AHM (aprendiz de "loco")

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libro: "Las novelas de Hermann Hesse" - Theodore Ziolkowski
  (Ediciones Guadarrama - Ed. Labor - Madrid, 1976)
imagen: Mariwa Fallenangel - (Big.com)

8 comentarios:

  1. Coincido plenamente con la idea de que "cada uno tiene su particular estilo, un modo personal de percibir y de reaccionar ante los hechos de la existencia, como una actitud natural no elegida, un lenguaje individual, y desde ahí camina y vive." Y que también muchas veces se sufre por ello. Pero creo que es un rasgo de sanidad mental asumirnos tal cual somos. Y también, por qué no, aceptar que podemos estar al borde de la locura. La locura es un intento de fuga, de escape de esos aspectos no aceptados de uno mismo y su historia. En la medida en que los aceptemos, no tendremos el valor de abrir esa puerta y huir de ellos.

    Hacía mucho que no pasaba por aquí. Es que he estado tentando la llave de esa puerta que tampoco se abre del todo. Sigo siendo una aprendiz de "loca" y me han dado ganas de releer El lobo estepario. Escribí sobre lobos y su enojo hace un tiempito casualmente, porque me he estado sintiendo muy enojada, como loba enjaulada.

    Un cordial saludo, Antonio.

    Fer

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  2. Sí, Fer, a veces se sufre por ello, pero se trata de algo inevitable. Somos como somos, y así debemos aceptarnos.
    Hesse habla de los "locos", entre comillas. O sea, que no habla de locura sino de un estado diferente, ese en que se consigue afirmar el propio caos sin dañar nuestra visión del ideal. El lobo estepario, a pesar de sus problemas y penalidades, creía firmemente en "los inmortales".
    Así que también tú tiendes a esa especial "locura"... Pues me alegro, amiga. Y no te preocupes, que la puerta se abrirá a su debido tiempo. Pero recuerda la importancia del humor y la ironía.

    Gracias por volver por este cuaderno. Yo a veces me paso por tu bitácora, pero tus textos suelen ser largos y de momento me falta tiempo para leerlos en profundidad y comentar. Bueno, ya lo haré.

    Un abrazo.

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  3. Hace unos cuatro años, por una entrada muy similar a esta, comenzó un curioso cruce de comentarios 'inter nos' y también una entrañable amistad...

    Nada podría añadir a lo que ya dije entonces y a ello me remito para responder a este texto. Sólo decir, que tampoco tú has cambiado ni un ápice. Quizás porque somos como somos, incluso a pesar a nuestro muchas veces ¿verdad?.

    Pues eso, y un gran abrazo Antuán dlF ydl L & P

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  4. Hola, Crystal.

    No sé ahora mismo a qué entrada te refieres, supongo que a "El lema de Nietzsche", "Un extraño en la cocina" o a alguna otra similar. Pero sí recuerdo bien el cruce de comentarios, que desembocó en aquel jugoso intercambio de entradas, aquel interesante diálogo entre dragones de distantes -pero próximas- galaxias. Y luego, por supuesto, la amistad.

    No, parece que no he cambiado mucho, no. Este tema es recurrente en mi vida y, por ende, en mi cuaderno. Pero lo que sí varía es el grado de intensidad. Y en esta nueva etapa me acerco a esa puerta de distinta forma a como lo hacía hace años.
    Somos como somos, sí, amiga, de forma inevitable, y aun cuando en ocasiones nos gustaría ser de otra manera, el camino parece estar ya marcado de antemano y sólo nos queda transitar por él. Pero este camino es rico en matices y está salpicado de sorpresas.

    Buscaré esa entrada a la que aludes para releer lo que escribiste entonces, y que, según dices, sirve para responder a este texto de ahora.

    Gracias por tu atención y, sobre todo, por esta 'entrañable amistad' que aún vive a pesar del paso de los años. Un fuerte abrazo, estimada.

    Antuán dl F y dl L & P

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  5. Me refiero a la del amigo Nietzsche, claro está :)

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  6. Vale, gracias. Ahora mismo la busco y leo tu comentario.

    Otro abrazo, hada atenta y veloz.

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  7. La locura es un modo de ver el mundo, en la mayoría de la veces la mas cuerda.

    Me alegra después de tanto tiempo, entrar de nuevo por tu ventana y ver este tipo de locuras.

    Un abrazo

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  8. Bienvenida, Lola. Me alegro de tu regreso.

    Estoy de acuerdo, amiga: en ocasiones, la locura es una forma superior de percepción. Sobre todo si se trata de esta "locura" entre comillas de que hablaba Hesse, y que consiste en saber aceptar el propio caos sin dañar el tejido de nuestros ideales más íntimos.

    Nos seguiremos leyendo. Un abrazo.

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