Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







martes, 23 de abril de 2013

Resonancia



    "Yin, un nativo de Chinchow, preguntó en cierta ocasión a un monje taoísta:
    —¿Cuál es la idea fundamental del I Ching?
    El monje le respondió:
    —La idea fundamental del I Ching se puede expresar en una sola palabra: Resonancia."


    Se cuenta que el maestro del paisajismo Wo-Tao-Tzu salió un día por encargo del emperador a pintar unos bambús junto al río. Permaneció allí todo el día y regresó sin haber dado una sola pincelada. "Lo tengo todo aquí", dijo, señalando su corazón. En esta actitud de Wu-Tao-Tzu se compendia la actitud taoísta frente al arte: el contenido del arte son estados de ánimo; el objeto del arte es transmitirlos. Y la posibilidad de transmitirlos estriba en la existencia en el universo de fenómenos de resonancia entre seres o sistemas diversos. Y la posibilidad de resonancia se basa en la existencia de isomorfismos (o similitud de estructuras) entre los diversos seres, que es el viejo postulado chino de la armonía universal. Es pertinente hacer notar aquí que el concepto de isomorfismo es la base de la moderna corriente de pensamiento estructuralista.
    Abraham Maslow mantiene que la comunicación entre la persona y el mundo depende en gran medida de su isomorfismo (similaridad de estructura o forma); que el mundo sólo puede comunicar a una persona lo que esa persona merece, es decir, lo que esa persona es capaz de captar, el nivel a que está. El significado de un mensaje depende no sólo de su contenido, sino también del grado en que la personalidad es capaz de reaccionar ante él. El significado "elevado" sólo es perceptible a la persona "elevada". Cuanto más alto es, más puede ver.
    Como dijo Emerson: "Tal como somos, así vemos" ("What we are, that only can we see"). Pero hay que añadir que lo que vemos tiende a su vez a hacernos lo que somos: "La relación de comunicación entre la persona y el mundo es una relación dinámica de formarse mutuamente y de elevarse o rebajarse el uno al otro; un proceso que podemos llamar 'isomorfismo recíproco'. Personas de alto nivel pueden entender un conocimiento de nivel más alto; pero también un nivel más alto en el entorno físico tiende a elevar el nivel de la persona, igual que un nivel bajo de ambiente tiende a rebajarla. Se hacen cada vez más el uno como el otro". (Abraham H. Maslow)


Luis Racionero

("Textos de estética taoísta", 1983)

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    Es precisamente esa resonancia lo que anda uno buscando cuando pasea por el extenso y mágico jardín de Pan-yun-tuan, es decir, por los variados y ricos senderos de la naturaleza. Es ese "isomorfismo" lo que espera uno encontrar en cualquier recodo del camino. Y cuando esto no sucede, y tenemos que volver a casa con las manos vacías, la respuesta es evidente: el propio espejo no está lo bastante limpio, y por eso no ha podido reflejar la magia del mundo. El secreto íntimo del jardín se nos ha escapado ese día, no hemos podido captar sus destellos, la música no ha llegado a nuestros oídos, no hemos encontrado la necesaria y vital resonancia...
    Y entonces pensamos en las palabras de Maslow, de que el mundo sólo puede comunicar a alguien lo que ese alguien merece. Y viene el lamento, el sentimiento de frustración, y nos metemos absurdamente en el inútil y falso camino de la neurosis, que no hace sino revolvernos en nuestra propia sombra. No nos queda entonces otra posibilidad más que la paciencia, la de esperar al día siguiente, e intentar mientras, durante esa noche, aquietar las aguas, apagar poco a poco el ruido de fondo que nos bulle por dentro, que es precisamente lo que nos ha impedido escuchar la música del silencio.
    Porque sabemos muy bien que en ese mágico jardín hay muchas resonancias. Hemos oído ya otras veces sus violines y el piano de su alma, hemos llegado a sentir la caricia del aire, cuando el aire nos habla, y el beso de la luz inclinada, cuando la luz nos mira. Y deducimos por ello que el problema no está fuera, sino adentro. De ahí que nos sintamos pobres e incapaces ese día, culpables de haber sido momentáneamente expulsados de ese siempre maravilloso edén.
    No hemos logrado aún ser taoístas, sólo somos caminantes cuya mirada algunas veces despierta en medio de oscuridades, y cuyo corazón en ocasiones resuena con empatía frente al susurrante jardín de Pan-yun-tuan. Así que mañana volveremos al camino, a intentarlo de nuevo, a buscar la resonancia perdida. Y llevaremos como único equipaje la lámpara que esta noche nos regale algún sueño.    


Antonio H. Martín
(23 de abril, 2013)

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libro: "Textos de estética taoísta" - Luis Racionero
(Alianza Editorial - Madrid, 1983)  

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