Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







viernes, 27 de septiembre de 2013

El espejo de niebla



    Poco sabemos de la vida del escritor Arthur J. Strange, más allá de algunos pocos datos. Sabemos, por ejemplo, que durante bastantes años vivió en una acogedora casa en el pequeño y tranquilo pueblo alpino de Grindelwald, en el cantón bernés de Oberland; desde donde hay una magníficas vistas del Eiger, el Mönch y la Jungfrau (el llamado "Techo de Europa"). Su situación económica debió ser bastante holgada, porque allí residió durante unos veinte años (desde 1979 hasta finales de los noventa). Desde ese lugar es desde donde remitía sus originales a la editorial, de ahí el conocimiento del dato. Pero más allá de los noventa, a principios del año 2000, dejó de enviar sus obras desde allí y se le pierde el rastro.
    Desde entonces, los textos originales (más espaciados en el tiempo) eran recibidos por la editorial desde diversos puntos del globo, muy alejados entre sí. Por ello, se ha pensado que Strange se dedicó a viajar por el mundo y no tuvo ya domicilio fijo. Pero esto entra dentro del terreno de las conjeturas. Sabido es que Strange era muy celoso de su intimidad: durante su estancia en Suiza nunca concedió entrevista alguna. Así que es muy probable que los lugares desde donde eran remitidos sus escritos no se correspondieran con ocasionales domicilios personales, sino que el autor encargase a otras personas (supuestamente, amigos) que hiciesen los envíos en su nombre.
    Esto último es lo más plausible, y encaja con su personalidad de solitario acérrimo y un tanto excéntrico. No hay que olvidar que de este escritor no conocemos ni siquiera el nombre auténtico, porque es de suponer que el apellido "Strange" no era sino un seudónimo literario. En algunos círculos se cree que era oriundo de Huntly, Escocia (porque él mismo así lo dejó dicho en más de una ocasión, en sus breves cartas a los editores), pero este dato no ha podido ser confirmado. Y tenemos razones para dudar de su veracidad, porque coincide, sospechosamente, con el lugar de nacimiento de otro conocido escritor del siglo antepasado. Todo lo referente a este autor está envuelto en una bruma difusa.
    En cualquier caso, lo que nos interesa de Strange no es su biografía (aunque, evidentemente, nos gustaría conocerla), sino su obra. Y es por ella por lo que escribimos estas líneas. Hablamos de él siempre en pasado, porque se cumplen ya diez años de la recepción de su último original (la novela corta "El espejo de niebla"), de lo que se deduce que Strange ha dejado de existir. Pero incluso esto queda en el terreno de la conjetura: puede que, debido quizá a su avanzada edad, lo que haya dejado sea, simplemente, de escribir. 

    En El espejo de niebla, Strange nos vuelve a introducir en ese mundo extraño (haciendo honor a su nombre literario) al que nos tenía acostumbrados. Sin ánimo de hacer una sinopsis de la novela (suficientemente conocida por sus lectores), ni mucho menos una crítica exhaustiva de la misma, nos permitimos señalar, no obstante, el interesante detalle de que esta narración entra de lleno en la esfera de lo puramente fantástico. En anteriores relatos, Strange tocaba siempre esa esfera, pero sólo levemente, dejando que la fantasía se quedase en simple premonición, en vaga sospecha, como una tenue e inquietante figura silueteada en el umbral, a contraluz, sin suficiente claridad directa para definirla.
    Sus otros relatos forman parte de lo que Italo Calvino denominaba simplemente (siguiendo la teoría de Todorov) como "cuentos fantásticos"; en los cuales la aparición de la fantasía deja, a pesar de la lógica perplejidad inicial, una puerta abierta a la explicación racional. Lo increíble desarma a quien lo contempla, dejándole atónito y sin argumentos, pero queda prefigurada (vagamente apuntada) una posible aclaración, según los términos de lo real. Sin embargo, en El espejo..., esa supuesta racionalidad se torna imposible, porque el relato entra ya plenamente, como hemos dicho, en la esfera de lo irracional e inexplicable, en el ámbito de lo "maravilloso".
    Sin dejar de ser, al principio, un cuento "a lo Hoffmann" (donde las figuras y el paisaje, a pesar de su apariencia fantástica, son susceptibles de una transposición realista), El espejo de niebla, hacia la mitad de sus páginas, escapa a los límites de cualquier doble sentido en relación a ambos mundos, y entra a formar parte de otro tipo de cuento, mucho más en la línea de un Dunsany o un MacDonald. No es factible, pues, esa clase de interpretación, porque los hechos que se narran están transubstanciados; pertenecen a otro mundo absolutamente extraño, de reglas desconocidas e inaprensibles. No hay coalescencia con la realidad: lo narrado se mueve en tan extrañas coordenadas que tendríamos que hablar más bien de una total escisión de la misma. Quizá, aventurándonos más, pueda decirse que la acción se transforma en una especie de insólito viaje esotérico a través de un entramado de universos paralelos, en el que no hay ningún posible asidero para la razón, tal como la conocemos. Se entra ya, en profundidad, en la caótica e inasible dimensión de lo onírico.
    Hacemos hincapié en este punto, debido a la extrañeza que nos produce este singular cambio en el modo de escribir de nuestro autor. Máxime cuando se trata de su última obra, tras de la cual nos ha quedado sólo el silencio y el albur de las conjeturas (algunas de ellas de lo más peregrinas, como veremos más adelante). No pretendemos servirnos aquí de ningún tipo de hermenéutica para interpretar esta última obra de Arthur J. Strange; no es exactamente interpretar lo que buscamos. Puede que algún experto en literatura lo haga en su momento; o incluso que algún agudo psicoanalista junguiano, aficionado a la narrativa fantástica, intente dilucidar los contenidos subjetivos que se ocultan tras sus páginas y vierta luz sobre lo que ahora nos parece inefable. Pero a nosotros lo que nos mueve es únicamente el deseo de hallar la supuesta relación entre este último cuento y el destino personal de quien lo escribió.
    Se trata sólo de una hipótesis, evidentemente, pero nos inclinamos a creer que algo hay de fundamento en ella. Aparte de en una intuición o presentimiento (que no sabríamos valorar objetivamente), nos basamos en el hecho de la curiosa coincidencia entre la remisión de ese escrito postrero y la inmediata desaparición de su autor. 
    Lo que a algunos de sus lectores se nos ocurre pensar (y que motiva estas notas) es que el escritor no se limitó, en El espejo de niebla, a crear otra de sus habituales fábulas (dotándola de ese sorprendente cambio de rumbo sólo por dar un tinte diferente a su despedida), sino que hay algo más, velado en ese relato. Creemos que Arthur J. Strange quiso dejarnos un mensaje oculto en su historia... Suena aventurado, sí, pero no deja de ser asombrosa esa coincidencia, que señalábamos antes, con su entrada en la invisibilidad más absoluta. En poco tiempo, Strange pasó de ser un autor muy poco accesible a penetrar de facto en el oscuro círculo de la nada. Se nos antoja, cuando menos, una clase de "muerte" bastante extraordinaria, que deja un amplio margen a la especulación. Y lo más curioso de todo es que en el propio relato sucede algo parecido. 
    Cuando Austen, el protagonista del cuento, gracias al poder de un conjuro, traspasa el umbral del nebuloso espejo (de forma similar al conocido personaje de Carroll) y penetra en ese alucinante y confuso mundo, cargado de fantasía y misterio, hallamos razones para imaginar que hay una relación concreta y directa entre ficción y realidad... Cuando regresa a este mundo, a la normal sala de su casa, Austen se dedica casi toda la noche a escribir sobre lo que acababa de experimentar, sobre su insólito y maravilloso viaje, y después (usando la misma mágica fórmula de antes) vuelve a cruzar la densa niebla del espejo y desaparece para siempre. Este es el abrupto final del relato. No hay nada más escrito, a modo de conclusión, despedida o epílogo. De hecho, sus últimas palabras hacen referencia al deseo del protagonista de volver inmediatamente al espejo. Y precisamente ahí termina la narración. Lo que hace sospechar (a algunos lectores osados e imaginativos, entre los que modestamente me incluyo), que fue el propio Arthur J. Strange quien se internó en el mundo de más allá del espejo, justo después de concluir improvisadamente su relato. 
    Lo creemos así como atrevidos o fantasiosos lectores, ávidos de entender su sorpresiva e inexplicable consunción, sin tener muy en cuenta las extrañas implicaciones de esta hipótesis. Y nos inclinamos, asimismo, a imaginar que el escritor habría dejado previamente instrucciones a alguien conocido, para que el relato fuese enviado convenientemente a la editorial. De esa manera, Strange se aseguraría su publicación y difusión, con el deseo de legarnos la narración de una experiencia real (bajo el aspecto de una de sus ficciones), dejando a la perspicacia de cada uno de sus lectores el dar o no con la solución al enigma de su desaparición. Y añadimos, como notable detalle complementario que apoya nuestra teoría, que las últimas páginas originales no estaban mecanografiadas, como era su costumbre, sino manuscritas. Como si el autor hubiera estado bajo la tensión de alguna desconocida premura que le impidió terminar su tarea como solía hacerlo.
    No entramos en la controversia de si esto es o no posible. El tema es lo bastante raro (tocando lo sobrenatural) como para querer pronunciarse en uno u otro sentido, dado que sería entrar en un terreno ciertamente resbaladizo. Por ello, nos limitamos a dejar constancia de nuestra sospecha. Como también lo hacemos de esta otra, más trivial (de otra rama de lectores), que viene a decir que todo se reduce a un ágil montaje del escritor para elevar la venta de su libro, y de paso dejar en el aire ese olor a extrañeza y misterio del que tanto gustaba rodearse. Los que piensan así, creen que Strange sigue viviendo, oculto en algún lugar remoto, y disfrutando del tipo de vida tranquilo y anónimo que es de su preferencia.
    Tampoco sobre esta otra teoría podemos pronunciarnos con claridad, exceptuando el apunte de que, en principio, no nos parece estimable: puesto que Strange no tenía ninguna necesidad de esa clase de montaje para mejorar su ya bien aseada situación. Aparte de que no nos parece de recibo en alguien tan especial y exquisito como él, al que había muchas veces que insistirle e incluso rogarle para que enviara sus nuevos originales. Y en cuanto a su gusto por la extrañeza y el misterio, lo reconocemos como cierto, pero era una imagen ya lo bastante afianzada como para no precisar de ningún nuevo aditamento. 

    Y esto es todo. Queda a la deliberación de próximos lectores el decidirse, o no, sobre cualquier vertiente de este indudablemente enigmático tema. De todos modos, a la espera de la eventual conclusión a que se llegue en un futuro, nos resta mientras tanto el alivio de poder seguir disfrutando (los que somos aficionados incondicionales al género fantástico, en una u otra de sus ramas) de las buenas obras de este autor, por el que algunos hemos llegado a sentir auténtica admiración. Y lo único lamentable es que no podamos esperar, al parecer, ninguna novedad al respecto.
    Nos gusta imaginar que, ya sea en este mundo conocido o en el del otro lado del espejo, el viejo Arthur Jansen Strange continúa existiendo de una manera serena y gozosa. Por aquello de que hay ocasiones en que algunas personas privilegiadas logran atravesar el extraño y esquivo puente que une a la realidad con la dimensión de los sueños. En este caso, un espejo de niebla. 


Antonio Martín Bardán
(27 de septiembre, 2013)

8 comentarios:

  1. Pues después de haberme despertado la curiosidad, tu magnífico artículo, he querido averiguar más cosas sobre este misterioso personaje, y creo que debe ser de las pocas personas de las que no hay rastro alguno en la red. Lo que no deja de ser, raro, raro, raro... :)

    Probablemente, tu artículo sea el primero y el único que existe sobre él en Internet... al menos yo, no he sido capaz de encontrar nada sobre el mismo ni sobre la obra que citas.

    Así que, como pedir es gratis... yo quiero saber más cosas del enigmático protagonista de tu entrada y de su obra. Y al ver la etiqueta de tu post, ya no sé que creer ¿has creado un arcano? (que eres muy 'capataz') :))

    Pues eso, dígame vd algo cuando pueda, que me tiene ya, en un 'sinvivir'.

    Y aquí le dejo un gran abrazo..

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    1. Siento decirte, amiga Crystal, que has buscado en vano, porque el escritor Arthur Jansen Strange no existe (al menos que yo sepa). Es un personaje de ficción, que me inventé para esta historia. Al igual que el autor del manuscrito del anterior cuento de La Torre de Erynia: Edward Ashton Woods (ya se desveló su nombre completo). Ambos son escritores imaginarios. Efectivamente, la etiqueta de "cuento" quiere explicarlo así.

      Me sorprende y me satisface que esta mínima historia haya despertado tu curiosidad, hasta el punto de indagar sobre ella. Me lo tomo como un halago, por el que te doy las gracias. Si algún día extraño encontrase El espejo de niebla de J. Strange en una librería de viejo, serías la primera en saberlo; aunque me temo que va a ser muy difícil que eso suceda...

      Un gran abrazo también para ti, hada.

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  2. He venido a traerte un regalo, cuando mi libro este en oferta gratuita te aviso "en cada surco de mi cuerpo" por Janett Camps en Amazon cuando este gratis te aviso.

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    1. Hola, Jayja.
      Gracias por tu regalo. No sé si habías publicado ya antes, pero en cualquier caso es una buena noticia. Me gustará leerlo. No te olvides de avisarme.

      Un saludo, Janett.

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  3. Quien sabe. Castaneda ya contaba relatos parecidos con sus viajes al infinito.
    En cualquier caso... evocadora tu exposición.

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    1. Eso digo yo, amigo Alfil: quién sabe...
      Mi sombra de relato pertenece a la ficción, claro (y muchos dicen que las historias de Castaneda son también puras ficciones...). Pero soy de los que creen que, a veces, en esa fantasía que viene del inconsciente se deslizan aspectos desconocidos de la realidad, referentes a ese "lado activo del infinito" que mencionaba Castaneda.
      Quién sabe si hay ocasiones en que nuestra imaginación, aun sin saberlo, enlaza con esas otras posibilidades, que puede que sean reales en otras dimensiones de la conciencia, en otros niveles de percepción. Al fin y al cabo, en el infinito debe caber de todo...

      Gracias por tu lectura. Un saludo.

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  4. Me encanta volver y que me llames mi curiosidad, buena exposición.

    Un abrazo.

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    1. Un placer volver a verte por aquí, Lola.
      Mi paso por otros blogs es muy limitado, por no tener wifi en casa y no encontrar un sitio cómodo y tranquilo para conectarme. Pero eso supongo que cambiará algún día no muy lejano.

      Un abrazo.

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