Aquí escribo,
al filo de la noche,
en este cuaderno de cristal
y humo,
para ahuyentar las sombras.


Con la ventana abierta,
por si viene el pájaro
del sueño.

AMB







miércoles, 27 de julio de 2011

La voz del río



Son las fiestas del pueblo. La gente se aglutina en el paseo del río, donde han colocado las casetas en las que se sirven pinchos y bebidas. Cae esa lluvia fina del norte, pero a nadie parece importarle. Llevan sus paraguas o chubasqueros, y las casetas disponen de tejadillos y anchas sombrillas de terraza. Al calor del pincho moruno o la hamburguesa, de la cerveza y el vino, se juntan personas variopintas que vienen de lejos. Están de vacaciones. Y este pueblo tiene fama de buena comida y buen servicio. Es pequeño, pero bonito y acogedor.
Con ellos traen su ruido...
Se les oye hablar a gritos, diciendo las tonterías de siempre. Los niños corretean y chillan, intentando no aburrirse, mientras sus padres desempeñan su papel de adultos, conocedores de los entresijos de este mundo de sabios... Y de fondo, una música de máquina, con ritmo repetitivo y machacón, que sale de unos altavoces ocultos entre los árboles del paseo. Una música que parece entonar con los visitantes, y también entonarlos para seguir consumiendo... Todo está diseñado para que el ambiente sea alegre, divertido, festivo.
Y sí, se ve una alegría de teatro de feria, de circo. Entre pincho y pincho, entre vasito y vasito, todos intentan demostrarse que están de vacaciones, en un momento agradable, relajado, contento. Todos se creen un poco que la cosa va bien, que casi son... felices.
Pero no hay más que observar un poco detenidamente, para descubrir aquí o allá una mirada extraña, un gesto raro... No hay más que observar bien para ver que todo es, efectivamente, un mal teatro. Que, en el fondo, todos están descontentos con todo. Y que, aunque hagan lo posible por aparentar lo contrario, lo que desean es que eso se termine cuanto antes, para volver a sus casas y seguir con sus rutinas de siempre.
La fiesta es como una obligación, un ritual convencional en el que la gente se mira como en un espejo. Buscando, quizá, una simplicidad que hace ya mucho tiempo que dejó de existir. Todos saben que ruido más comida más bebida no son una fórmula válida. Que esa música no es música, que esa comida es mala, y la bebida más. Que los amigos no son amigos, y que las risas son todas de mentira. Pero aún así lo siguen intentando una y otra vez. Por si alguna vez sonase la flauta... Y sí, suena, ya lo creo que suena, pero siempre es la flauta de la estupidez, y no otra...
¿Es eso lo que busca la gente en las fiestas? No, no podía ser así. Lo que la gente busca es... una alegría perdida, una armonía imposible. Y al no encontrarla, lo llenan todo de ruido, de locura, para por lo menos aturdirse y no sentir la miseria en la que están inmersos.

Después de reflexionar de esta manera, el amigo Anselmo se acercó a la orilla del río. Y allí vio que éste, el río, seguía su curso sin inmutarse, absolutamente ajeno a toda la algarabía humana. Esa tarde bajaba fuerte, rugiente, como con prisa, como llamado con urgencia por la madre mar. El río también gritaba, y tenía su propia música, pero tan auténtica, tan diferente a la otra...
En su voz, fuerte, profunda, rota y unida en mil llamadas, se podía escuchar... el silencio.

Más tarde, Anselmo se dirigió, lento y algo triste, hacia su casa, a reencontrarse con sus libros, pensando que, definitivamente, no había encontrado aún ni el tiempo ni el lugar...
Agazapada tras una pared de helechos, en el camino, bajo las últimas luces de la tarde, estaba la sombra... Le miró con ojos fríos, distantes, acerados. Pero no dijo nada.
Anselmo siguió su camino. Seguía lloviendo, y los sueños esperaban tras la puerta, junto con los libros y el aire, el otro aire... que era como la voz del río.


Antonio H. Martín

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Foto y vídeo: Antonio HM.

12 comentarios:

  1. Ciao caro Antonio,
    assorbo l'incanto del tuo racconto, con grande soddisfazione per i miei pensieri, che hanno sempre voglia di rinnovarsi e ti abbraccio, per ringraziarti delle tue parole che sono sempre un viaggio...e del tuo prezioso consiglio che mi ha portato al blog Umbrales, regalandomi la possibilità di un nuovo grande viaggio.

    Buona notte e dolce risveglio, con gratitudine
    Red

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  2. Gracias, Antonio, por tu reflexión tan buena... y por acercarnos a tu nuevo entorno con ese video del río. ¡Qué bonito!

    Un beso silencioso, y algo rumoroso

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  3. Vaya!!! Me has dejado realmente pensativa, no sé si sentirme cercana a la algarabía de la fiesta y sus vecinos o a la melancolía de Anselmo. Tal vez la vida sea eso, como un río que transcurre acercándonos a algarabias, estupideces, falsas alegrías, búsquedad de repuestas y melancolías.
    Me encantó tu entrada...mil gracias
    Un abrazo.

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  4. Me encanta la info que tenes en tu blog !!

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  5. Saludos, Antonio. Las Ferias son, han sido y serán, en todas partes iguales.
    Después de todo feria es sinónimo de mercado, de pura transacción, de circo, de chucherías, de calderillas y de charlatanes. Poco tiene de espiritual.
    Personalmente, intento vivir como un anacoreta. Aunque sólo sea eso, un intento. Pero no me disgusta de vez en cuando perderme por los bazares alborotados, porque me sirven de referencia. Me ubican. Conozco así, lo mundano para trazar mis fronteras interiores. Un poco como Anselmo. En el fondo, nada es vano.
    Ese río debe ser más bonito, cuando transcurre más sosegado. En el video me parece un torrente amenazador. Eso, sí, el canto de un río siempre es soberbio.

    Un abrazo.

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  6. Nunca me gustaron las ferias y lo que ello conlleva, ni de niña. Sobre todo, todas esas atracciones cutres y algo casposas ya, que les dan un aire decadente a cualquier entorno donde se instalen.

    Tampoco me gusta la alegría ficticia, por obligada... de unas fechas determinadas. Y es evidente que no existe la felicidad forzosa.

    Pero estoy totalmente de acuerdo con lo que manifiesta tu amigo Conde, Antonio, darse una vuelta para captar el ambiente y tomarse un pincho con un buchito de vino en buena compañía, hasta solo (que a veces es la mejor compañía...) no hace daño a nadie. Al contrario, tal como dice tu amigo, recoloca y renueva la mirada sobre el mundo, sea en el sentido que sea. Algo que siempre acaba por reconfortar y nos hace reconocernos.

    En cuanto al río, le suscribo también. Creo que al igual que el pueblo y sus gentes anda algo revolucionado... no hay más que escuchar su voz y ver el color del agua para darse cuenta, pero eso acostumbra a ser pasajero y seguro que todo torna a su cauce y a su color a no tardar...

    Un abrazo para Anselmo y otro también para ti.

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  7. Me alegro, Red, y me alegro doblemente porque, gracias a mí, has conocido el blog de la amiga Liz, Umbrales.
    Es una buena pintora de sueños, aparte de buena escritora. Y, sobre todo, un ser excepcional, llenito de magia.

    Por cierto, he descubierto tu blog de Goethe y su viaje a Italia, y es una maravilla. ¡Gracias!

    Un abrazo, amiga.

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  8. Pues sí, amiga Liz, ese es mi "nuevo entorno", y estoy muy feliz aquí. Aunque... deseando que terminen las fiestas, jejeje.

    Un beso, amiga mexicana.

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  9. Susana, todo es un vaivén entre unas y otras tensiones... Al amigo Anselmo ahora le toca la bruma de la melancolía, pero seguro que en otros momentos es muy capaz de entregarse al gozo de la fiesta.
    Los humanos, todos, tenemos estas aparentes contradicciones.

    Un abrazo, y gracias por tu visita.

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  10. Hola, Doamna.

    No sé a qué información te refieres, pero me gusta saber que te encanta.

    Saludos.

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  11. Sí, amigo Conde, la sensación que se tiene en estos eventos es la de mercado, y no soy yo (ni Anselmo) muy dado a mercantilismos.
    Pero tienes mucha razón en tu siguiente apreciación: pasearse por esas ferias nos ubica, y de manera muy contundente, además.
    En otro momento pondré un vídeo más tranquilo del río. Sólo se pone así de alborotado cuando cae algo de lluvia, pero normalmente es transparente y de poco caudal, y su voz sólo un murmullo.

    Un abrazo.

    PD.: Escribes muy bien, Conde. Aunque no te comento últimamente, me gusta mucho leerte.

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  12. Hola, Cristal00k.
    Pues eso es precisamente lo que sentía el amigo Anselmo, según me contó. Aunque luego, ante la mirada de la sombra, dudó mucho de que sus reflexiones fueran acertadas...
    Sí, el río ya ha recuperado su color natural, aunque las fiestas aún siguen. Pero, claro, su alborotamiento no era por las fiestas, sino por la lluvia. Al río le afectan otras cosas...

    Un abrazo, hada.

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