«Los amigos aseguraban que la Naturaleza había intentado, en su organización, crear una nueva receta, pero el experimento había fracasado. A su ánimo superexcitable, a su ardorosa fantasía, inflamable hasta la destrucción, se había incorporado una insuficiente dosis de flema, con lo que se había roto el equilibrio que tan necesario es al artista para vivir en el mundo y componer para él las obras que éste, incluso en el más elevado sentido, necesita.
»Sea como fuere..., Johannes era arrastrado por sus eternas apariciones y sueños de acá para allá como por un mar de incesante oleaje, y parecía buscar en vano el puerto que le habría de dar al fin la paz y la serenidad sin la cual el artista es incapaz de crear. Y así sucedía que ni siquiera sus amigos podían hacer que escribiera una composición o evitar que, cuando la había escrito, la dejase sin ejecutar. A veces, de noche, componía en estado de tremenda excitación... Iba a despertar al amigo que vivía al lado para tocarle lleno de entusiasmo lo que acababa de componer con increíble rapidez..., derramaba lágrimas de alegría por la obra lograda..., se alababa a sí mismo como el más feliz de los hombres, pero al día siguiente... la excelente composición estaba en el fuego.»
Ernst Theodor Amadeus Hoffmann
(Kreisleriana)
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La figura imaginaria del compositor de música Johannes Kreisler era como el doble de Hoffmann, y sus historias, lógicamente, como un trasunto o un reflejo de la vida del propio Hoffmann. Una lectura que estoy disfrutando durante estas últimas noches, con luna o sin ella.
Copio el texto anterior, porque lo que ahí se dice me recuerda intensamente al alma romántica, a sus venturas y dificultades, sus luces y sus sombras. Y hay muchas frases que, con otro lenguaje, serían aplicables a la cotidianidad de muchos artistas (o que intentan serlo) de hoy en día.
Ese pájaro del sueño, que he mencionado en múltiples ocasiones, es un ave esquiva, difícil, salvaje y mágica, que no se deja conquistar fácilmente y que muchas veces se queda mirándonos en silencio desde su escondite... Esperando, quizá, que llegue el momento en que le guste alguno de nuestros gestos. Sólo entonces es cuando podemos verle y escuchar lo que tiene que decirnos.
A. Martín Bardán
(18 de marzo, 2014)
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imagen: Moonlight in Gurzuf - Ivan Aivazovsky (1839)